LA INFORMALIDAD EN EL PERÚ
LA INFORMALIDAD EN EL PERÚ
(Artículo de opinión)
Cuando era niño
mis padres me llevaban, por el mes de febrero, a comprar útiles al “Mercado
Central”, lugar apropiado para encontrar cuadernos, lapiceros, fólderes y demás,
a buen precio. En ese lugar había gente que pululaba sin sentido, vendedores que
se apostaban en las veredas, jaladores que se pegaban cara a cara para
convencerte de comprar, filas de
personas que nos pisaban los zapatos, comida al paso y el calor que, según la
hora, era muy intenso y muy incómodo. Tras comprar lo que necesitábamos, mi
padre cogía la bolsa con fuerza ante cualquier amigo de lo ajeno y mi madre me
llevaba de la mano, diciéndome que camine rápido, que esté atento y que mire
siempre adelante y atrás. Todavía recuerdo una tarde en la que estas
indicaciones no resultaron efecto y fuimos víctimas del caos y de la
informalidad, una estadística más de la delincuencia.
Esto es una de
las tantas consecuencias del desorden que abunda y aún persiste en nuestra
ciudad, casos emblemáticos como el incendio que consumió “Mesa Redonda”, las
personas calcinadas en una galería en “Las Malvinas”, mercados incendiados cada
temporada, fábricas con productos inflamables y ahora, el bus interprovincial
de la empresa “SAJY BUS”, donde perecieron 17 personas por quemarse la parte
posterior del vehículo por propagación de combustible.
¿Qué nos lleva a
vivir bajo los hilos de la informalidad? Acaso el señor José Alberto Olivos,
pasajero del bus, que al sentir olor a gasolina salió a avisar a los choferes,
y que al regresar vio cómo se quemaban vivos su esposa, sus dos hijos y sus
tres nietos. Acaso no merece una respuesta tajante, fuerte y consoladora. Este
problema no solo cobra pérdidas económicas sino invaluables vidas, peor aún,
vidas inocentes. Por ello, la informalidad no permite que avancemos como país y
la solución nos involucra a todos.
Por el lado laboral,
las instituciones están en la obligación de asegurar un servicio óptimo y de
calidad, cumpliendo con la ley y no sacar leguleyadas para seguir funcionando,
como el caso de esta empresa, que no tenía licencia y se abastecía de
combustible por cisterna. También, nosotros, como usuarios, por ganarnos unos
soles de más colaboramos con este seudosistema, es terrible reconocer el dato
del INEI, donde cita que de cada 10 trabajadores peruanos 7 labora en
condiciones informales, y que algunos desean seguir así pues no les conviene o
no les “sale a cuenta”, a ver digámosles a los deudos que sus familiares se han
muerto por un tema de conveniencia.
Ahora bien, en
cuanto a los valores y las responsabilidades que tenemos, la situación es aún
más crónica y aciaga, lamentable y podrida. Es cierto que las instituciones
clausuran y actúan dentro de la ley,
como el caso del alcalde de San Martín
de Porres que actuó hace unas semanas sobre la empresa del bus siniestrado;
pero como no se sostiene, a nadie le importa y le sacan la vuelta. Es decir, no
cumplimos con nuestro trabajo como debe de ser. Asimismo, para las personas
este tema es más crítico, porque ante esta tragedia y ver el bus ardiendo en
llamas, solo atinan a sacar sus celulares y grabar, habría que recordar que lo
que hicieron es un delito tipificado, escrito como “omisión de auxilio de
personas en situación de necesidad. Esto es el espejo en el que nadie se quiere
reflejar, en el que nadie quiere reconocer. Esto somos como país. Ya lo sostuvo
Rosa María Palacios (2019) en su programa de Sin Guion: “La corrupción
mata, pero la formalidad también”.
Esperemos que
esta tragedia sirva de algo, ya parece un dicho popular pero no podemos seguir
así. Que la conciencia no venga cuando nos toque o por un tema de moda, que se
haga algo y que no sigamos levantado cadáveres para enterrarlos en el olvido de
nuestra memoria.
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